¡Madre del amor hermoso!, eso he dicho cuando hoy al despertar he visto a la mujer que un día decidió compartir su vida conmigo elaborar en la cocina un rico bizcocho al chocolate. Me ha explicado que no era para nosotros… 🙁 que es un encargo de una niña hija de una compañera de trabajo que ya ha probado sus dulces en otras ocasiones, y es que ¡tiene un arte!
Mi sorpresa ha sido cuando, como podréis comprobar por la fotografía que acompaña estas letras, el rico bizcocho ha sido ahogado por un ejército de chucherías para sorprender a la niña y familia, pero en realidad el verdadero y rico dulce se encuentra en su interior. Un esponjoso y dulce bizcocho llamado Zebra Cake con ligera mezcla de anís con vainilla y capas caracoleadas de chocolate, ¡Madre del amor hermoso!
Y he pensado… Eso es lo mismo que nos ocurre a los humanos, podemos ser de un modo u otro, o aparentar lo que nos propongamos si nos envolvemos de capas artificiales de comportamiento irracional, frío, austero e insensible, muy decorado y superficial. Si nos lo proponemos podemos ser fríos y muy fríos, pero tarde o temprano, al final sale lo que hay en nuestro interior, y hay mucho de dulce y rico en la gran mayoría de las personas.
Todos podemos dulcificar nuestro vivir diario con el único coste del esfuerzo y el gran beneficio de ver correspondidos nuestros esfuerzos o detalles hacia los demás. Eso sí, quedémonos en solo ser ricos bizcochos, siendo equilibrados y apartemos las chucherías (gestos no sinceros) que más que nutrir ensucian.
Como se suele decir: ‘uno siempre recoge lo que siembra‘; porque no hay nada mejor que un sentimiento (dulce) compartido.